La ciudad despierta con voces, pregones, canto de aves; ciertas voces hacen reconocer la lluvia, los calores.
– Buenos días.
Hablo de mujeres y hombres cotidianos que se alistan al alba, que salen al trabajo; oaxaqueños y oaxaqueñas, personas silenciosas que saludan a familiares y extraños.
Buenos días.
Desde voces y sonidos conocidos buscamos hacer el día.
Puedo imaginar el día de una ciudad industriosa, urbanizada -rugir de chimeneas sobre en interminable grito de incansables ruedas metálicas, el acalorado canto de los vagones sin sueño. Oaxaca despierta con otros sonidos, en la ciudad hay calles que no conocen el chirriar de los frenos de aire del transporte urbano.
El Buenos días es para Oaxaca el deseo de la convivencia pacífica.
El viento helado recorre la única calle pavimentada de Peña de Letra, núcleo rural; sube la cuesta, cicatriz que palpita a dos mil 400 metros de altura. A los costados de la calle pavimentada –Kava Teku, su nombre en mixteco. Sobre la tierra roja se esparcen casas de adobe y lámina, entre manchas oscuras del bosque de pinos. El humo del fogón brota, muy temprano, de los techados. A las ocho de la mañana suena el timbre de la escuela telesecundaria, no más de ochenta adolescentes que corren a sus aulas entre veredas y atajos. Vienen desde el centro de San Mateo Tepantepec, desde las comunidades, algunos tienen que hacer dos horas de caminata, atravesar arroyos, trepar veredas para llegar al salón de clases. Pasado el mediodía la pastora, dos vacas, seis chivos, cuatro borregos camina con la vara en alto; buenas tardes, dice.
Oaxaca es la voz, una sola voz amable que rompe amable y valiente la oscuridad.
– El gran problema está en el gobierno, detener el encono y el ambiente de violencia que se genera desde el mismo gobierno -habla frente al reportero el compositor Guajiro López.
– Se conoce a Santa Lucía por sus giros negros, las drogas.
– Se conoce a Santa Lucía por todo menos por lo que en realidad tiene: cultura y tradición, en su territorio habitan ciudadanos provenientes de distintas regiones del estado, poseen la cultura de sus pueblos. En entrevista ofrece un dato significativo: las anteriores administraciones municipales, al terminar su periodo de gobierno, cargaron con todo: “Santa Lucía no tiene biblioteca, se llevaron hasta los libros”.
Oaxaca es una sola voz, un saludo; y la voz de sus artistas, que hablan para el periódico, los libros.
Distingo asertivas los primeros sonidos que anteceden a la escritura; afuera, en las calles de la agencia municipal de San Martín Mexicapam pasa el afilador de cuchillos, puedo escuchar su largo silbido que, sobre el viento, se pierde doloroso. Escrinbo junto al gemido entre calles vacías (hay días en que el sonido te vuelve la vida pasada), “en primer lugar el bebedor debe estar dispuesto anímicamente a enfrentarse a una aventura excepcional”, dice Torrentera en su libro Mezcalaria.“El mezcal per se no es afrodisiaco. Si eres impotente nunca te hará el milagro”.
El tiempo de lluvias avanza sobre la ciudad que mira, desconfiada, el final violento de las campañas políticas; cae la lluvia sobre viejas y nuevas historias.
“El bebedor debe escoger a sus contertulios. Por ningún motivo se trate de reconciliar con el enemigo frente a una botella de mezcal. Ocurre que a veces los instintos se disparan: se puede amanecer en la cama junto al nuevo amigo o bien en la fría plancha del anfiteatro”.
Oaxaca es el silencio de la política.
Sobre la calle 20 de Noviembre, frente al Hotel Francia, en lo alto del pilar del zaguán que abre a un oscuro estacionamiento (contiguo a la panadería Fidel), se mantiene oculta una placa que guarda este anuncio: “En esta casa nació José Vasconcelos”. Oaxaca, por ingratitud, mantiene escondido el lugar del nacimiento de uno sus mejores hombres. El confinamiento por la pandemia covid-19, hizo que volvieran viejas historia para reclamar espacio en nuestra memoria; mientras, la ciudad se hunde en el silencio de las calles vacías. Finales de mayo, en el ánimo de los habitantes permanecen las medidas restrictivas conque el gobierno intenta detener los contagios de la pandemia.
De José Vasconcelos me habló un día Andrés Henestrosa, frente a un mezcal recordó la historia de la campaña presidencial del 29, cuando el pensador mexicano, el oaxaqueño Vasconcelos, fue derrotado en las urnas por Pascual Ortiz Rubio, el “nopalito”.
– Ganaron a la mala, con trampas.
Desde la penumbra la ciudad inicia actividades, entre sonidos, atmósferas que gestan esperanza ante los tiempos malos.
La entrevista es con Ignacio Ortiz Cruz (Refugio de Moleros, Teposcolula, Oaxaca, 1957), cineasta.
– ¿Podrías contar uno de tus recuerdos de la infancia?
– A las tres, cuatro de la mañana despertaba por el susurro de mi padre, conversaba con mi madre; uno a otro contaba lo que habían soñado. Contaban sus sueños. Me quedaba callado para no interrumpir con mi voz el cuento que estaban contando; de aquella narración surgía la pregunta entre ellos: ‘¿Qué será lo que irá a pasar?’
El amanecer de Oaxaca está en la historia cotidiana que se cuenta desde la penumbra.
Buenos días.