– ¡Eh, tú! ¿No oyes? Uno de los muertos
está pidiendo agua.
MARTÍN LUIS GUZMÁN/La fiesta de las balas
Hablo de las campañas electorales, que implica un doble o triple riesgo para el ciudadano; se le podría acusar de oportunista, cronista de coyunturas o dos, puede aparecer como un “busca chambas”, un sin trabajo; y, tres, puede representar el papel de un insignificante, un sin oficio ni beneficio. Para evitar el paso por alguna de las tres veredas inicio la colaboración desde la perspectiva del peatón, que, diría Jaime Sabines en célebre poema, será la posición del que camina y olvida lo que mira.
Salgo a la esquina, me corta el paso una camioneta equipada con altavoces; porta, a los lados, la imagen -una mujer, un hombre- que brota y desaparece como por arte de magia. En la calle persiste el polvo, que se levanta con extraños remolinos de viento. Regreso a casa, tanta contaminación sonora me hace imposible orientarme por las calles de la pandemia, llevar la sana distancia, las medidas que previenen el contagio.
En el tiempo de las campañas políticas cae la dura mirada del contagio sobre desprevenidos hombros.
Descubro que, al inicio de la colaboración, tengo un hecho; los candidatos, de tan estruendosos parecen mil y, por lo que pregonan, pareciera que emergen del pasado; nada de la “nueva normalidad”, para ellos, los candidatos, el mundo inicia con sus reglas, su campaña electoral, sus objetivos de triunfo.
Tengo un segundo hecho, para los políticos el mundo comienza con cada campaña por el voto, no importan cataclismos, pandemias, epidemias o catástrofes, tragedias, decenas, cientos o miles de muertos -3 de mayo no se olvida. En la campaña no hay respeto por el duelo.
Intento, busco orientarme por el oscuro y escabroso camino de las letras, los párrafos: en el orden de la mirada, una tercera realidad sería ésta: si para los futuros gobernantes el mundo comienza en su campaña política, ¿qué significan las sentidas demandas ciudadanas como el empleo, la seguridad pública, el derecho a la salud? Hasta la fecha ningún candidato o candidata a puesto de representación popular señala en su oferta electoral al Cuarto Jinete del Apocalipsis que cabalga en el tiempo de la emergencia sanitaria, los feminicidios.
Las carencias padecidas por nuestra población parecieran -bajo la óptica electoral- que refieren a vecinos de las lejanas tierras de marte, el planeta rojo; o que son referencias de sitios tan lejanos como Croacia o Mongolia (con perdón de Croacia y Mongolia). Intento avanzar con la colaboración, la gente de la redacción es terrible, estricta, señala tantos y tantos miles de caracteres con espacio como requisito mínimo para enrolar el material.
Para no fallar busco documentar mi ignorancia en las páginas, los boletines, las noticias publicadas por candidatos, organizaciones y partidos políticos. Encuentro una característica en las fotografías que observo; me lleva a pensar que, entre los mil partidos, diez mil candidatos, una mente maestra diseñó la propuesta de comunicación, el manejo de la imagen. Enmudezco, para simular empatía, compromiso con los que menos tienen, recorrido solidario, los aspirantes-suspirantes toman a la pobreza como escenario, pude ver cientos y cientos de fotografías con candidatas y candidatos sonrientes frente a la gente empobrecida, muda.
Las mismas rocas desgarradas sobre calles sin pavimentar, el polvo y la mugre son tomados en campaña como el espacio propicio para animar los ánimos electorales, simpatías. Por no mencionar las frases, los exhortos, las arengas, parecen la máquina del tiempo que retrocede, la repetición de una aterradora película donde no pasa el tiempo.
Para no abrumar al lector con ironías y desparpajos me detengo, pregunto y me pregunto: ¿qué hago? Respondo, escribo. ¿Sin pasión, sin compromiso, sin “filiación política”? Si, emito palabras desde la visión del extranjero, de quien está de paso y no se siente con derecho a mostrar simpatías o antipatías, desgano.
Pienso que esa posición del extraño, el peregrino, será la mejor en tiempos electorales para evitar las tres rutas que, puestas al inicio, se abren al ciudadano que intenta comentar sobre las campañas electorales.
Los políticos en campaña no nos miran, parecieran peregrinos, van de paso; para que contemplemos su espectáculo sin lastimarnos, sin que levantemos filias o fobias, habrá que guardar la misma distancia de ellos, de los que miran y no miran.