La página en blanco resulta el enemigo duro de vencer, más en tiempos de la maldita pandemia. Superar la falta de letras levanta un reto; afuera cantan los pájaros, se escucha el compresor de la máquina perforadora; asaltan las dudas, vuelve el inicio que parecía ya superado. ¿Para qué escribo? ¿Para quién escribo? (fuera de la habitación hay un día con sol).
Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, Baja California, 28 de febrero de 1962) se presentó en su muro de Facebook (“apenitas lúcido”), miembro del Sistema Nacional de Creadores, antologado por críticos literarios y autores como Christopher Domínguez Michael, Julio Ortega, Lauro Zavala y José Agustín, sus “Números actualizados”: “Tengo 5000 ‘amigos’ en Facebook. De esas 5000 personas calculo que unas 2465 saben, sin estar seguros, que me dedico a algo relativo a las artes”.
Por la mañana, al abrir los ojos se puede palpar la desesperación; este es el tema, las dos preguntas; antes de ellas encuentro una pregunta y su respuesta; en la adolescencia me largué de casa, las calles de la ciudad me resultaron desconocidas, tenía esta pregunta: ¿Qué fue lo me trajo a este sitio? Fuera de casa se sumaban los problemas. En la angustia de los pocos años llegó la respuesta: los libros. Si los libros me habían puesto en aquel extravío serían los libros quienes me condujeran a la salida (el cerebro adolescente relaciona con mucha facilidad).
Pocas cosas del pasado señalan la salida a los conflictos del presente, quizá porque estamos cargados de emociones que nos llevan a vivir descolocados.
Crosthwaite dice en sus “Números actualizados”: “En 8 días nadie se acordará de este post. Seguiré escribiendo en Fb a un promedio de 3 posts por quincena, algunas veces más, dependiendo de mi motivación o desgano”.
Un adolescente en la calle sólo es un niño que abre los ojos plagado de asombros, con el rostro imberbe expuesto al viento; el tiempo del extravío llega a cualquier edad, dice Guillermo del Toro que la naturaleza misma se opone a que la obra sea, nunca existen las condiciones para que se logre.
En la adolescencia, como en este tiempo, existen muchos distractores, y hay tiempo para leer.
Quien se acerca a la página en blanco lo hace por vez primera en cada ocasión, sin importar los años que lleve aporreando la máquina, las palabras
El domingo pasado me puse a leer Matadero Cinco (1969), novela de Kurt Vonnengut (Indianápolis, Indiana. 11 de noviembre de 1922-Nueva York, 11 de abril de 2007), en algunas ediciones fue traducida como La Cruzada de los Niños; quiero compartir con el lector sus “Ocho consejos”:
- Ten en cuenta al lector.
- Empatía.
- Los personajes han de tener un objetivo.
- Cada frase importa.
- Céntrate en lo relevante.
- Sé sádico.
- Escribe para complacer a una sola persona.
- Cuenta todo en cuanto tengas oportunidad.
Algunos críticos aseguran que Vonnegut fue la literatura norteamericana de los 60’s, lo que me parece un exceso, pero lo registro. Fue un notable escritor de ciencia ficción.
Lo descolocado caracteriza a la adolescencia, también lo descolocado trae respuestas en los tiempos ingratos. Un escritor de ciencia ficción, guionista, con el mérito de nombrar la imagen precisa (Vonnegut escribió de abducciones, extraterrestres, ufología).
El reto fue siempre dar con la imagen precisa, no importa lo loco del tema o lo extraviado del personaje. ¿Cómo se representa la forma de un marciano? Encuentro que el acierto de la escritura literaria será encontrar la imagen, no lo verosímil (Vonnegut fue de los primeros en popularizar las criaturas verdes, con ojos en la palma de la mano, de una estatura no mayor a los 30 centímetros).
A veces la espalda se cansa, los ojos de tanto buscar palabras para dar forma conocida a lo nunca visto; en ese agotamiento surgen dudas; para descansar de la búsqueda vuelvo a los libros.
En una entrevista titulada “Lo que más me gusta es olerme los sobacos”, estoy citando el título de memoria, no sé si esté en lo correcto o algo así, Charles Bukowski escribió esto: “Lo que importa es mantener sencillo lo sencillo”, la frase me gustó para el título de esta entrega (omitir la frase, fijar la imagen de la referencia).
Cae la tarde en Monte Albán, busco la imagen de la pandemia, hasta la habitación oscurecida llega el pregón que de la fría calle: “Empanaditas de lechecilla, empanaditas”.