ROCÍO FLORES / Fotografía: CARMEN PACHECO
OAXACA, Oax. (sucedióenoaxaca.com/vía OAXACA-MEDIA).- En situaciones de crisis por desastres naturales y pandemias, digamos, todos valoramos la vida. Tememos perderla. Hacemos esfuerzos por sostenerla. Lloramos si se extingue la de nuestros seres queridos. En nuestras sociedades actuales, “la muerte es un enemigo a vencer”, dice el antropólogo zapoteca Jaime Martínez Luna, a propósito del nuevo coronavirus, la causa de miles de muertes y la crisis que enfrentamos millones de seres humanos hoy en el mundo.
Desde su enfoque de vida, considera que creer que se puede evitar la muerte es un pensamiento construido desde el poder, una visión fragmentada de la vida, en donde la ciencia ha jugado un papel central, como se observa ahora, porque está enfocada a investigar a todo habitante externo que se cuela al interior de nuestro cuerpo con el objetivo de evitar estragos en nuestro organismo. “La sociedad en el Poder”, dice, es la que no escatima recursos con tal de garantizar la existencia.
Desde esta perspectiva, la vida se convierte en un interminable proceso de lucha en contra de la muerte. Desde que se nace, todo lo exterior se convierte en una posibilidad de muerte, explica. Desde las bacterias que habitan un ambiente y que se suelen eliminar con todo tipo de instrumentos, hasta el mismo piso que ofrece obstáculos que posibilitan la muerte.
¿Por qué miramos la muerte con temor, como un enemigo?
–El haber separado a la naturaleza de la sociedad, motivó un razonamiento que nos orienta a pensar que está a nuestro servicio. La sociedad en el Poder no escatima recursos con tal de garantizar existencia. Pero resulta paradójico que la gran mayoría de acciones que se realizan para reproducir poder, garantizarse la propiedad, y asegurar resultados lucrativos del mercado, estén acompañados de un proceso violento hacia la muerte del otro.
La fabricación de armas para la guerra, por ejemplo, no sólo alimenta rivalidades de carácter imperial, sino que incluso usa al narcotráfico para apoderarse de todo y controlar el mercado, para consolidar el Poder Financiero. Aún más, hacen del cáncer una enfermedad casi incurable, de mucho mayor eficiencia que las pandemias.
Para el pensador oaxaqueño esta forma de vida que utiliza la muerte para mantenerse en el poder, resulta una gran contradicción. “Es un razonamiento propio de una civilización de muerte que simula preocuparse por la vida y de paso pretende la eternidad”, menciona a propósito de los esfuerzos de los gobiernos más poderosos en el mundo como Estados Unidos, que contabilizaba hasta el 03 de abril 275 mil 821 casos positivos por Covid-19, y 7 mil 088 fallecimientos; o Italia con 119 mil 827 casos positivos y 14 mil 681 muertes hasta el mismo corte.
Esta contradicción, dice, demuestra el laberinto sin salida en la que nos ha hecho vivir la civilización occidental.
¿Por qué sucede esto?
一Hoy por hoy, nadie cree ser parte de la naturaleza, vive de y en contra de ella一 suelta enérgico.
Martínez Luna considera que, a diferencia de la forma de civilización occidental “donde te separas de la naturaleza, te apropias y haces de ella lo que se te pega la gana”, en toda sociedad umbilicalmente ligada a la tierra, la muerte ni se busca ni se impide. Incluso se celebra.
¿Está mal desear no morir, cómo se concibe la vida y la muerte desde lo que llama comunalidad?
–No es malo cuidar la vida, pero sustentarla en la muerte si lo es. Es esto lo que debemos reflexionar, en estos momentos de crisis en la que cuidamos la vida de los otros, cuidando la nuestra.
En la comunalidad, la vida es como un paso a transitar, como Ser que es parte de un todo, ese sí eterno que puede imaginarse o interpretarse, pero no se sueña más que en compartir en el tiempo y el espacio que nos toca de existencia. Venimos al mundo como una obligación, yo diría “ombligación”, a nadie le consultan si quiere venir. Somos el resultado natural de una más de las especies del planeta. Entonces, si el nacer es un hecho natural, la muerte debe responder a lo mismo.
Sin embargo, no se concibe así, por el contrario, se busca prolongar la vida. Pero se siguen distintos caminos: en las sociedades naturales, las vinculadas al mundo que les rodea, la respuesta o el remedio al dolor, al desequilibrio orgánico, se encuentra en la misma naturaleza. Una práctica que otras sociedades fincadas en el poder humano, tildan de empíricas o irrelevantes, aunque sus prácticas, sumamente elaboradas, tengan el mismo origen: la naturaleza. Porque tanto la química, como la física, son propiedades naturales. No existe elemento que se consiga fuera del mundo que se vive. Es decir, la vida de los seres que habitan y que hacen el mundo, se debe a todos los elementos que lo constituyen. Pertenecemos al mundo, él no nos pertenece.
En tanto eso, el uso de la muerte para la reproducción del poder, es una realidad inventada, no natural. No queremos decir que no se deba buscar la conservación de la vida, sino que debemos reflexionar que el uso de la muerte, en guerras de acero o microbiológicas, resulta aberrante para la vida natural del planeta. En este sentido, afirmamos que es importante conservar la vida, pero esto no debe ser una simulación para eternizar el Poder de la especie humana sobre el mundo al que pertenecemos todos.
-Como humanos, ¿nos hemos colocado por encima de todo, es lo que dice?
–Nos han inventado que la especie humana es especial, que es la única que razona, y como tal, justifica su poder central, que el resto gira en torno suyo. Esto ha permitido que la vida del resto de especies, como del planeta mismo, se vea como una simple materia prima que debe de alimentar lo necesario y los excesos de la especie humana. Esto mismo, les hace fácil presa de este razonamiento fincado en el poder de la especie humana, ¿por qué? simplemente porque se perciben solo como una parte de ese gran mundo.
Pese a lo anterior, dentro del mismo planeta germina el otro razonamiento, el que se considera parte del todo, y que aprecia el valor de cada especie, y comparte la existencia de manera integral. Lo que guía a este otro razonamiento es el respeto, la acción conjunta, y lo que obtiene es un mundo recíproco. Un mundo en el que las especies se complementan mediante el respeto, la aportación de lo que cada quien tiene, hace y alcanza, la complementación y el compartir la vida. El mundo está vivo. No sólo es materia, produce y mantiene a distintas especies que alimenta e integra a una lógica, a un movimiento, dependemos unas de las otras. Todas somos importantes, pero cada una forja su propio lenguaje.