MARTÍN VÁSQUEZ VILLANUEVA
El manejo de la basura es una de las actividades que más claramente muestran la necesidad de una auténtica sinergia entre las ciudadanía y las autoridades para una buena gobernanza de la ciudad. A los ciudadanos nos toca deshacernos de los desechos de manera responsable y disciplinada, y a la autoridad municipal le toca organizar con la mayor eficiencia la recolección de la basura y su posterior procesamiento.
Todos producimos basura diariamente. Se produce en el domicilio, en los establecimientos comerciales, en las instalaciones industriales. Se estima que, en términos generales, la mitad de la basura producida es orgánica —restos de comida, vegetales y frutas echadas a perder, plantas, trapos viejos, madera— y por lo tanto biodegradable y sujeta a producir otros compuestos orgánicos, como composta y biogás.
La otra mitad de la basura es la inorgánica —papel y cartón, vidrio, plástico, metal—, que no se incorpora fácilmente al medio ambiente y buena parte de la cual es candidata al reciclamiento. La separación de la basura en el lugar en donde se genera es esencial, por lo menos en estas dos categorías, y tengo la impresión de que aquí en la ciudad todavía nos falta mucha conciencia para que este primer paso obvio se cumpla.
En muchas ciudades del mundo las políticas públicas en materia de limpieza ambiental enfatizan, entre otros puntos, la necesidad de reducir la producción de basura. Esto me hace recordar que cuando era estudiante de secundaria una vez fui de viaje a Guanajuato y había un letrero a la entrada de la ciudad de León que decía: “Una ciudad más limpia no es la que más se barre sino la que menos se ensucia.”
Ensuciar menos la ciudad es un esfuerzo que nos toca a la ciudadanía y al turismo, a partir de una promoción permanente y una educación que debe empezar desde el aula.
Hay que hacer conciencia de que en nuestra ciudad se producen más de 800 toneladas de basura cada día y que cuando se juntan los turistas esta cantidad crece sustancialmente. Durante los pasados días de Muertos, por ejemplo, se tuvieron que recolectar más de 100 toneladas diarias adicionales.
En la recolección es donde comienza la responsabilidad del municipio, a través de su servicio de limpia, que cuenta con más de 300 trabajadores y opera 72 recorridos en 40 rutas de los camiones recolectores. Es una cadena con muchos participantes y todo tiene que caminar armónicamente hasta llegar al depósito de la basura y su posterior procesamiento.
Aunque diferentes estudios han comprobado que el tiradero de Zaachila tiene la estructura geológica adecuada para que no se dé la contaminación de los acuíferos, está en el aire la pregunta de qué tanto más va a poder aguantar, además de que también se generan problemas sociales en su entorno.
La verdad es que las y los capitalinos tenemos que estar agradecidos con los pobladores que están asentados en los alrededores del tiradero, comprendiendo que debe haber un gran entendimiento entre las autoridades municipales, las agencias y las colonias para que este fenómeno de la gobernanza se mantenga.
El manejo de la basura tiene repercusiones importantes y, más que como un problema, hay que entenderlo como una oportunidad. Vemos los programas de promoción turística del gobierno federal y los grandes esfuerzos del gobernador y su equipo de turismo para atraer más líneas aéreas y más corridas de camiones, para que lleguen los visitantes y disfruten de la ciudad, acudan a los eventos culturales y coman rico, pero también es importante que se lleven la imagen de una ciudad limpia. Esto implica nuevos desafíos, innovación y un nuevo pacto por la basura.
Vivimos en una ciudad que es patrimonio de la humanidad. Cuidemos nuestro Centro Histórico para que estemos siempre orgullosos de nuestra ciudad capital y podamos presumir de que, además de ser la más bella, Oaxaca sea también la ciudad más limpia del mundo.