Si se revisan los análisis de los principales expertos en seguridad, la conclusión señala que Genaro García Luna fue atrapado por autoridades judiciales contra las sugerencias de las agencias de inteligencia y seguridad nacional de los EE. UU. y del propio gobierno mexicano.
El principal dato no radica en la información privilegiada que pudiera tener el exjefe de inteligencia, policía y seguridad del Estado sobre la delincuencia mexicana y sus ramificaciones en la clase política y empresarial. En realidad, García Luna tiene una carta guardada: sus datos sobre los mecanismos de inteligencia, seguridad nacional, defensa y narco de los EE. UU. contra México.
Antes de confesar si en realidad el narco le dio dinero, García Luna podría comenzar a filtrar las formas de intervención estadunidense en México en materia de inteligencia, seguridad nacional, defensa y narco.
García Luna fue agente del CISEN, el organismo de espionaje mexicano que fue cooptado por la inteligencia estadunidense, luego fue jefe de la Policía Federal y terminó en el sexenio de Calderón como secretario de Seguridad Pública controlado por los EE. UU.
Bastará que García Luna amenace con revelar la configuración de la oficina de la CIA en México, la forma de elaborar sus reportes, los nombres de los jefes de estación, los entrenamientos del FBI y sobre todo el enfoque de defensa nacional de los EE. UU. sobre México. Además, García Luna tiene datos sobre las operaciones de intervención militar de los EE. UU en México para perseguir narcos y los entrenamientos de militares estadunidenses a fuerzas de seguridad nacionales.
En 1982 agentes federales arrestaron en San Diego al superpolicía político Miguel Nazar Haro, autor de la estrategia de tortura y desaparición de disidentes como oficial y jefe de la Federal de seguridad porque conducía autos robados que él mismo enviaba de México a los EE. UU. Antes que otra cosa ocurriera, la CIA operó presiones para liberarlo. Una sobrina de Nazar, por cierto, era secretaria del jefe de la estación de la CIA en México, de acuerdo con datos del ex jefe de estación Winston Scott.
A pesar de las imágenes de desmoronamiento en sus dos primeras comparecencias en tribunales de los EE. UU., García Luna fue siempre un hombre de estrategias, de negociaciones adversas y superviviente en las luchas palaciegas. Sabe que los datos que puede negociar con los EE. UU. no tienen que ver con Fox, Calderón, Peña Nieto, sino con los jefes de seguridad de oficinas estadunidenses.
Y respecto al dinero recibido, no han convencido los datos de que recibió maletas de dinero en restaurantes públicos y a su favor tiene las dudas de los presuntos corruptores que no han declarado cifras exactas sino aproximaciones. De esas acusaciones no hay pruebas concretas, sino sólo presunciones en voz de testigos protegidos. Es cierto que los jueces estadunidenses pueden darle más valor a la acusación que a las pruebas, pero García Luna podría resistir ese juego judicial obligando a fiscales a presentar pruebas reales de ese dinero.
De ahí que el caso García Luna pudiera desvanecerse pronto en los sótanos del sistema judicial acusatorio de los EE. UU. y el juicio se alargue. El Chapo se asustó con las acusaciones y entregó información a cambio de nada. García Luna tiene la sartén por el mango y falta que pueda manejarlo con destreza para salvarse sin delatar a nadie.
Ley de la Omertá
Una de las novelas clásicas de la literatura policiaca estadunidense es Cosecha Roja, de Dashiell Hammett, publicada en 1929, en plena crisis económica por el desplome de la bolsa de Nueva York y crisis de seguridad por la prohibición del alcohol y por tanto el surgimiento de las mafias. La novela ocurre en un pueblo llamado simbólicamente en juego de palabras como Poisonville o pueblo envenenado. A ese lugar llega un detective privado de la famosa agencia La Continental para ser contratado por el director de dos periódicos para deshacerse de mafiosos.
Un grupo de malosos había llegado al pueblo llamados por el cacique local, por cierto padre del director del diario. Pero poco a poco los delincuentes se fueron quedando y tomaron el control del pueblo y no había fuerza que los echara. De modo natural, los delincuentes ya habían corrompido a policías locales.
El microuniverso de la corrupción delictiva en poblaciones pequeñas o grandes es siempre el mismo. Y la única manera de resolver el problema fue el de la violencia para liquidar la violencia. Los delincuentes fueron muertos en lo que se resumió el título: una cosecha sangrienta de cadáveres.
Hay obras de la literatura clásica que debieran ser de cabecera de las autoridades de seguridad porque ayudan a entender la mentalidad criminal de los delincuentes.
Zona Zero
- Guanajuato se ha convertido en la Tamaulipas del crimen organizado. Las autoridades locales no pueden, pero no colaboran con las autoridades federales para combatir la inseguridad pública que afecta a los ciudadanos y la inseguridad interior que afecta al Estado, a las autoridades locales y que suple la acción del gobierno.
- Y Nuevo Laredo volvió a incendiarse. Lo que queda claro es que las autoridades carecen de un diagnóstico de las bandas criminales y no tienen fuerzas de seguridad que puedan combatir a los cárteles. En tanto que afectan la seguridad interior y la nacional por la frontera estadunidense, no queda más que movilizar a grupos especiales de las fuerzas armadas para recuperar una parte de la soberanía territorial del Estado nacional que ha sido ocupada por los delincuentes.
- La extorsión telefónica se ha reactivado. De nueva cuenta se tienen datos de inteligencia que señalan que las bandas son operadas desde reclusorios vía teléfonos celulares. Desde 2008 se anuncio el bloqueo de señal para celulares en reclusorios, pero es sospechoso que las autoridades no puedan vencer a los delincuentes.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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