JOSUÉ SALVADOR VÁSQUEZ ARELLANES
El Menú
No Manches Frida 2 | Hellboy | Nacido para ser Rey
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ ⋆ Deje todo y corra a verla
⋆ ⋆ ⋆ ⋆ No se la pierda
⋆ ⋆ ⋆ Vale la pena
⋆ ⋆ Puede verla
⋆ No se moleste
•Evítela como la plaga
El Entremés
⋆ No se moleste
Este Cinéfago no vio No manches Frida (2016), pero tras haber visto No manches Frida 2, queda claro que el director Nacho G. Velilla es un gran admirador del género ochentero y noventero de la sexicomedia mexicana, y que junto con sus protagonistas Martha Higareda y Omar Chaparro consolidan lo que un amigo (Alberto López) acuñó como la Sexicomedia Millennial: una cinta donde los diálogos tienen como centro el chiste sexual, relaciones personales siempre en tono picaresco, y un sentido del humor fundamentado todo el tiempo en el albur y en las groserías; es decir, cosas como las que veíamos con Alfonso Zayas o Luis de Alba (tururú).
Al apostarle a todo lo anterior la trama es lo de menos, y en la película no hay nada que el tráiler no nos haya dicho hasta ahora, a excepción de los albures y groserías que (¿tramposamente?) se omitieron; pues en la película pasamos de diálogos como “parece que estás chupando un pitote”, a sutilezas como “necesitamos a alguien que haya agarrado más palos que Tiger Woods” o “Yo sé que le puedes tener miedo a las telarañas, pero la araña lo vale”; pasando por el clásico “De nalgas te voy a parar pendejo” o adaptaciones millennials como “Toma una selfie de mis huevos”.
Como Nacho G. Velilla se quiere tomar en serio el asunto, reproduce casi toda la fórmula del género, incluyendo a Itatí Cantoral (“maldita lisiada”) como un personaje femenino que sólo piensa en sexo casual, tan precoz que comenzó a coger a los 13 (así lo dice en la película) y que a la menor provocación se excita al grado de comenzar a gemir con sólo hablar de sexo. Tampoco pueden faltar las ofensas que consideran el “puto” como una ofensa a la virilidad, o el personaje amanerado que amenaza la integridad machista del heterosexual. A esto se agrega un grupo de púberes que sólo piensan en fiesta, alcohol y sexo (“si te portas mal, te cuidas bien”), sobre todo el personaje de Laura (Carla Adell), quien ansiosa de perder su virginidad pide todo tipo de consejos, culminado en una escena en la que la actriz de 20 años es sexualizada en paños menores como cuando vimos a Maribel Guardia en Las traigo muertas (aquí: https://www.youtube.com/watch?v=btfnlRt9YBU).
El clasismo no puede faltar, pues Zequi (Omar Chaparro) y los alumnos del Frida serán vistos como menos (y nacos) por no tener un estilo y porte tan elegante como el de Mario (Arón Díaz) y sus escolares, por lo que la competencia de baile junto con el vestuario se volverá una metáfora de la lucha de clases (qué profundo). Como buenos machos Zequi (el pobre diablo) y Mario (el gigoló) verán a Lucy (Martha Hihareda) como un trofeo, el primero para casarse con ella y darle su apellido, y el segundo como alguien que alimente su ego y le tome fotos para Instagram.
El debraye, o la libertad artística, tampoco hacen falta, pues hay una secuencia en la que se recrea de manera muy libre (y burda) la resistencia Maya contra los conquistadores españoles; así como tampoco faltan las referencias a clásicos del cine El Exorcista y a su clásica escena del vómito. Sólo un desnudo frontal, una secuencia de sexo y un título más sugerente, es lo que le falta a No manches Frida 2 para ser una sexicomedia hecha y derecha, pero como mencionamos el público meta son los millennials y alguno que otro despistado, varios al parecer, que considere que le sobran 60 pesos para el boleto.
El Plato Fuerte
⋆ No se moleste
Hellboy no inicia tan mal. La secuencia de apertura donde se nos presenta a la Bruja de Sangre (jovial Milla Jovovich), logra un contraste al estilo de Sin City (2005) al resaltar con blanco y negro los elementos de la capa y la sangre rojas, y que junto con una voz narradora dejarán claro cuál será el enemigo a vencer. Hasta ahí… bien.
La segunda secuencia de Hellboy tampoco es tan mala, pues con un movimiento y colocación de cámara logra mantener oculta a la vista del espectador la figura del demonio rojo hasta el momento en que la misma situación amerita verlo en cuerpo y cara: al enfrentar a Camazotz (el murciélago asesino Maya) en un ring de lucha libre en Tijuana (lo cual tiene cierto sentido). La atmósfera lograda arrastra algunas reminiscencias visuales que nos recuerdan a Constantine (2005), pero el único objetivo de esta secuencia será que Hellboy sepa que “El final está llegando”, algo que ni él mismo sabrá descifrar a pesar de trabajar en la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal (AIDP).
La cosa se comienza a poner rara cuando en el cuartel de la AIDP conocemos al “padre” de Hellboy, el Professor Trevor “Broom” Bruttenholm, con el que juega el papel de hijo pródigo y que en un afán de verse cómico, ambos personajes desarrollan un trato infantilizado de ‘papi’ e ‘hijito’ que trata de contrastar con la imponente figura de Hellboy, pero que en vez de ser chistoso raya en lo absurdo. Mientras papi manda a su hijito a Inglaterra para ayudar a derrotar a unos Gigantes, otra subtrama comienza a desarrollarse: la de Baba Yaga (mujer mítica deforme) que le pide a Gruagach (ser mítico con cara de jabalí) que traiga de nuevo a la vida a la Bruja de Sangre para todos poder obtener cada quien lo que necesitan de Hellboy: venganza, un ojo y la forma de iniciar el apocalipsis.
Como si no fuera suficiente, la secuencia agregará a oootro personaje más: Lady Hatton, una vidente que revelará a Hellboy su verdadero origen. La cosa no termina ahí, pues de un momento a otro, así sin más, aparecerán en escena Alice Monaghan (una especie de hechicera) y el Major Ben Daimio (un tipo Hombre-Leopardo ¿?). Y bueno, ¿por qué no?, también se unirá Merlín; es decir, poco a poco la película comienza a ser un caos total y un revoltijo heterogéneo de sí, personajes del universo de Hellboy, pero desprovistos de una narrativa que nos permitan relacionarlos emocionalmente con el personaje principal, dando la sensación de que su aparición o es arbitraria o sólo conveniente para algunos diálogos o escenas de acción, gore o terror, aunque no aporten en demasía a la trama sino al contrario, la desvían en ínfimas subtramas como la de la bruja Ganeida, que aparece y desaparece de la historia sin pena ni gloria.
En un poco más de la mitad de esta película de dos horas, se nos presenta a cada personaje con un breve flashback o una serie de diálogos, por lo que cuando se necesita ir concluyendo la historia el tiempo queda un tanto reducido y el cierre se siente un tanto precipitado o no tan climático, pues aunque sabemos que el conflicto de Hellboy será decidir si acepta su destino de ser el demonio que inicie el apocalipsis o renunciar a éste, dicho dilema no causa la conmoción que debe pues con tantos personajes no se logra centrar la atención del espectador y transmitirle la sensación de lo crucial que significa esta decisión; además que dicho nudo narrativo ya se vio, y resolvió mucho mejor, en la entrega anterior de Guillermo (Memo pa los cuates) Del Toro.
Y si no fuera suficiente, uno de los personajes usa el metarrelato para anunciarle a Hellboy, y por ende al espectador, que la única función de Baba Yaga es que haya el pretexto para la secuela, además de tener (como si no hubiera sido bastante sufrimiento) dos escenas poscrédito: una con Lobster Johnson (un tipo que le gusta quemar la frente de sus oponentes con un sello que lleva en la mano), y otra hasta el final de los créditos con (sí claro, por qué no) con Baba Yaga; escena que resulta como la película misma: pura llamarada de petate.
El Postre
⋆ ⋆ Puede verla
Pues resulta que Alex (Louis Serkis) es el elegido, al igual que Hellboy (2019), para poseer la legendaria espada Excálibur y junto a un grupo de pubertos de su contemporánea escuela londinense, buscarán vencer al mal personificado en la hechicera Morgana (Rebecca Ferguson), quien pondrá a prueba la valentía y trabajo en equipo de cada uno de los miembros de esta renovada Mesa Redonda, lo que convierten a Nacido para ser Rey en una versión posmoderna de la Leyenda del Rey Arturo, destinada a estas nuevas generaciones que prefieren ver las historias en el cine antes que leerlas en los libros (al igual que Percy Jackson que en 2010 se apropió de la mitología griega para armar su trama); algo que al parecer funciona, pues antes de ser películas estas historias funcionaron primero como best seller.
El caso es que Merlín (quizá el personaje más salvable), personificado por un joven inglés que habla de manera arcaica y educada, se encargará de ser el guía de Alex y su sequito en la preparación como el nuevo Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda (incluso usarán armaduras y espadas, que más bien los hacen ver como inocentes patiños). Estos tratarán de convencer a toda la escuela que Morgana no es sólo un cuento de hadas sino una amenaza real, pero como nadie les creer Merlín hará uso de su magia, y quizá eso sea lo más rescatable de la película: cuando Merlín efectúa sus hechizos con un simpático movimiento y tronido de manos y dedos, de ahí en fuera todo está basado en fantasía y magia, que más que alentar la imaginación del espectador sólo ilustran la historia del libro.
Aunque la película se presta para tensiones propias de la trama, toda el filme maneja un tono amable para no perturbar a ningún infante, preadolescente o puberto que ande en la sala (a excepción de una decapitación al final), pues a pesar de que hay un chingo de peligros ninguno resulta herido o muerto; vamos, ni un beso hay como para ponerle un poco más de emoción al asunto (las películas están apostando más por la friendzone), además que resulta que todos pueden aprender a usar hábilmente la espada y escudo en un solo día de entrenamiento, y así sin más enfrentan cuerpo a cuerpo a guerreros míticos malvados. En fin, con todo esto y con un giro de tuercas que pretende engañar al espectador, puede ir a ver Nacido para ser Rey que funciona a la perfección si es usted algún niño o niña, o si va acompañado de alguna(o).
*Cinefágo: El que tiene el hábito de comer y devorar cine.
#NosVemosEnElCine