Camino sobre la voz del colibrí
llego a su calor
sueño con su nido.
Humberto Ak’abal, Tz’unum*
Poder imaginar colores a partir de los sonidos,
guiado por olores,
como los perros.
Del cementerio de automóviles
brotan almanaques con opulentos
números cargados
de blancos
dientes.
Permanecer atento a la revelación.
Los viejos poetas ciegos fueron héroes.
Lograron advertir el mundo
con la palma de la mano.
Como en la infancia,
elevaron el rostro
a oscuras
-principio de la acción
adivinatoria.
A veces la poesía resulta de alto riesgo,
como el permanecer con los ojos
abiertos.
Nos encontramos en Chejov’s,
R dijo, “les falta fuerza”.
A, cosa rara, guardó silencio.
Para no variar aquella vez
llevé la contra.
La tarde de sábado
aparecieron nombres:
Yalitza,
Vogue,
las calles de San Martín por la Secundaria,
los cuatro muertos
dentro de la camioneta
con luces encendidas.
Nadie quiso leer
el mensaje de los criminales
de respetar la vida
a los niños.
¿Por qué el gobierno
no entiende
los mensajes?
La política resulta actividad propicia
para que cambien
las versiones.
Escritura
Regreso al escritorio,
busco el silencio que me obliga
a conservar las palabras
sobre la hoja.
Tarde de sábado,
Con A y R discutimos
la impuntualidad
de los editores,
los pesos pesados
de la literatura local.
En la calle amaneció una pinta.
Verde pistache sobre
letras negras:
Maldito Gobierno.
Todos buscamos colaborar en el suplemento,
discutimos con pasión
como si se tratara de asuntos
puestos sobre la mesa
en las horas previas
al nuevo milenio.
A las letras les sobra cuerpo
para entrar por los ojos
del silencio.
El rosal necesita agua,
se requiere la forma
honda en la tierra para alimentarlo
–que duela tu abandono.
Como si se tratara de la noche previa
al nuevo año,
descendió
la temperatura.
Con los años no aprendes a escribir,
aprendes, quizá,
a remendar
la tristeza.
Pacheco 1
No regresé a la ciudad
después de 1985.
¿Eso me convierte
en autor
de provincia?
Pacheco 2
Busco un río, una montaña,
dos o tres recuerdos
de la infancia
para enmarcarlos
sobre el muro.
En el café de la librería Chejov’s rentan las sillas,
cobran el servicio
sin consumo.
Pacheco 3
Tengo un mar
que no será el mar
de los cangrejos.
Pacheco 6
Sobre muros y tejados
la diminuta arena entra
¿Desde qué ira fue enviada ligera
a consumir
nuestra casa?
“Les falta fuerza”,
dijo R,
pero ya nadie lo escuchó.
Salimos a caminar por el centro histórico de Oaxaca,
calles repletas
de afilados
dientes.
* Humberto Ak’abal, poeta maya (Momostenango, Totonicapán, Guatemala, 1952), falleció el pasado 28 de enero de 2019.