El gato negro con blanco maúlla bajo el aguacero, gato niño. En la calle los chalanes fuman yerba con el torso desnudo, caliente a los ojos de quien lo mira; pecho puesto bajo la lluvia. En la calle sin pavimentar la niña pasa entre miradas y maullidos. Quiere fumar, quiere coger, miau, la niña camina bajo la lluvia; era el aguacero de septiembre, el mal tiempo puesto en el Golfo de Tehuantepec, pasada ya la canícula. Atacada por jirones de nubes la luna había perdido su reboso de resplandor azul la noche anterior.
Un segundo gato niño, negro, negrísimo, lloraba entre el cascajo de la obra en construcción en la calle del aguacero. Los restos de la cal hacían el paisaje gris, oloroso a piso nuevo como la calzada frente a palacio municipal. Una mañana el carro repartidor de Coca tritura al gato niño (Clan de la Tortilla Dura). Carne abierta, vísceras azules, punzantes entre el verde y el rosa; la lluvia permitió ver por un instante el humillo tibio que brotó entre las tripas, que se elevó suave como la canción que enamoró a los padres. El minino perdió la vida cuando corría tras la pelota.
Al gato niño nene aplastado bajo las ruedas del camión de Coca lo comieron los perros, pelearon a dentelladas contra el hambre y las moscas en la tarde bermeja. Los gatos muertos sufren abandono (Clan de la Tortilla Grande). Los chalanes siguieron fumando mariguana en la obra, pasó el camión, pasaron las sirenas de la ambulancia y pasó la policía; pasó el mal tiempo sobre el Golfo de Tehuantepec. Pasó la güerita, nalga enorme, cabellos cortados a rape; ella se llama Maribel, sonríe alegre como muñeca en los anuncios de televisión; las aguas inundaban la calle, blanca y espumosa como esperanza de los campesinos.
A ella le gusta que los chalanes le miren el culo. Miau. Parado en la esquina había un tercer gato con los pelos tiesos pintados de verde; gato grande que atisba la calle.
En la noche el llanto de los gatos despierta en las niñas un instinto maternal, quieren matar con su pequeña mano al maullador que las asusta; ahorcarlo, como si se tratara de su propia carne.
“Niñas, ahora vendrá la gata por sus hijos, les dará de comer lechita tibia”. La güerita culona, Maribel, cuenta historias a sus hermanitas mientras en su cabeza se consume el toque de mota; hilito de humo que se cuela entre sus senos, las axilas; la frente despejada.
Las historias de los gatos huérfanos hacen que niñas se toquen el pecho. Los chalanes siguen bajo el aguacero, torso desnudo, yerba en los labios, la mirada fija en la lejanía como si avistaran navíos o dragones.
Una tarde la niña hermana mayor, güerita, pelo rapado, culo grande, Maribel, llega al parque de los ebrios; quiere coger. Entra al café Purple Pink, ahí se entera del velorio del conductor del camión de Coca.