SOY UN OBRERO DE LAS LETRAS
VI Y ÚLTIMA
Repito que encuentro dicha al escribir, al inventar, al crear. Repito y tengo la evidencia, la certeza, puede ser que no sea científicamente cierta, pero yo creo que el tiempo deja de correr mientras un hombre pinta, mientras esculpe, mientras crea, mientras sueña. Porque dijo un pensador ecuatoriano, Juan Montalvo, un derrotado porque siempre peleó contra los gobiernos tiránicos: “Todo aquel que no escriba para ser útil a sus semejantes más vale que eche su pluma al fuego”.
De modo que pienso seguir escribiendo. Con eso yo gano un poco de dinero haciendo cuatro artículos a la semana -cuando empecé hacía yo seis, llegó el tiempo en que hacía yo nueve a la semana-, ése es mi trabajo, no tengo otro. Yo no soy aficionado a las letras, soy un obrero de las letras, soy un oficial. No soy un aprendiz ¡Ése es mi trabajo!
Entrevista realizada en el Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca en noviembre de 2003.
Fotografía: BLANCA CHAROLET
BIOGRAFÍA
Andrés Henestrosa es autor de Los hombres que dispersó la danza (1929) y El retrato de mi madre (1936), dos breves libros de creación literaria sobre las que han vertido grandes elogios los Premios Nobel de Literatura Pablo Neruda, Miguel Ángel Asturias y Octavio Paz. Sobre el primero, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, dijo que su autor “se anticipó en América hispana a decantar con instrumentos literarios las leyendas de nuestros indios”. En torno al segundo, Octavio Paz, comentó que “posee la juventud sin edad de las obras que se acercan a la perfección”. El poeta chileno Pablo Neruda, opinó que El retrato de mi madre es “una pequeña gran obra de las letras hispanoamericanas”.
Originario de San Francisco Ixhuatán, pequeña localidad zapoteca del Istmo de Tehuantepec donde nació el 30 de noviembre de 1906, Henestrosa perdió a temprana edad a su padre Arnulfo Morales. Su madre, Martina Henestrosa, Martina Man, casó en segundas nupcias y Andrés fue el único de los hijos que aceptó esa decisión y se quedó a vivir con ella; los otros cinco hermanos se fueron de la casa. En la escuela a la que asistía con regularidad mientras la Revolución lo permitía, aprendió a leer, a escribir y a recitar.
Cierto día, en Juchitán, donde trabajaba como mozo en una tienda, escuchó en el parque la plática de dos amigos que estudiaban en la Ciudad de México y se encontraban de vacaciones en el pueblo. El deseo de viajar a la capital del país lo sedujo en aquel momento y una noche, cuando su madre le preguntó qué pensaba acerca de su provenir, Andrés le expresó su decisión de irse a estudiar al Distrito Federal.
A finales de 1922 partió con rumbo a la capital mexicana que para entonces gozaba de cierta tranquilidad en medio de la rebatinga por el poder entre militares y civiles. Con el apoyo del Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, ingresó a la Escuela Normal Superior. Posteriormente, en la Escuela Nacional Preparatoria formó parte de un grupo llamado Club Intelectual Deportivo con preceptores como el filósofo Samuel Ramos, el historiador Daniel Cosío Villegas y el poeta Xavier Villaurrutia.
En esa época conoció a una acaudalada mujer que ayudaba a intelectuales y artistas para que publicaran sus libros, expusieran sus cuadros, viajaran o tuvieran un poco de ocio “sin el cual es imposible que el hombre escuche su intimidad, se oiga a sí mismo”, diría Henestrosa en uno de sus escritos. Era Antonieta Rivas Mercado quien se convirtió en su mecenas.
Henestrosa fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Falleció el 10 de enero de 2008 a la edad de 101 años.