NO HEMOS PODIDO APLICAR LA CONSTITUCIÓN
IV DE VI
Yo creo que político siempre fui, lo que pasa es que me faltaron condiciones para serlo mejor.
A José Vasconcelos, que era un soñador, le dije en una sobremesa en la ciudad de Guadalajara, el sábado 11 de noviembre de 1929, a la media noche, en una sobremesa muy larga: Usted es un loco porque solo a un loco se le ocurre no quedarse con los centavos; un hombre cuerdo se queda con ellos. ¿Que hizo José Manuel Puig Casauranc cuando llegó a la Secretaría de Educación Pública después que usted? Dejó de publicar a los clásicos y se publicó él. ¿Por qué no aprendió usted a Luis Sánchez Pontón que se llevó hasta las alfombras? Esos son hombres cuerdos y pueden aspirar legítimamente a la presidencia de la república, pero usted loco, tiene veinte mil pesos de sobra y los devuelve.
Le voy a contar un cuento, le dije: Una vez había en un pueblo dos locos -no hay pueblo que merezca el nombre de pueblo que no tenga dos locos mínimo-, y se reunían los dos locos; nunca discutían. Un día uno de los locos cometió un crimen de esos que merecen cárcel y a veces pena de muerte, última pena, y cuando se vio el loco acorralado le dijo al jurado: ¡Que venga el otro loco para que me juzgue y me absuelva! Así usted maestro, sólo otro loco lo puede absolver. Entonces Vasconcelos me dijo: Usted es un loco y yo soy el otro. Je je je . Un loco.
¿Qué quería Vasconcelos? Redimir al pueblo mexicano por la escuela, manejar honestamente la pobreza mexicana, respetar la Constitución: aplicarla. Darle educación a las mujeres y eso pues no, no era su tiempo, todavía no era su tiempo, todavía no es su tiempo; todavía no hemos podido aplicar la Constitución, todavía no hemos podido, con nuestra pobreza, dar escuela a todos, darles alfabeto. No es que el gobierno no quiera, es que no puede.
Nosotros fuimos derrotados en las elecciones del 20 de noviembre de 1929. Pascual Ortiz Rubio supuestamente sacó millones de votos, Vasconcelos supuestamente sacó mil. Bueno, nosotros quedamos peleados contra esa situación. Yo todavía lo estoy de cuando en cuando.
Nos pusieron de candidato a Ortiz Rubio, a quien llamaron el nopal y después nopalito, por baboso. ¡Cómo no va a sufrir un hombre que le gane Pascual Ortiz Rubio, que le gane Onofre Jiménez para gobernador de Oaxaca, un hombre que era mitad vegetal y mitad mineral! ¿Por qué no voy a estallar contra eso?
Pues eso fue lo que le pasó a Vasconcelos. Pero fui a la política con él porque sabía que íbamos a perder. En esa aventura estuvo Adolfo López Mateos, allí estuvo un oaxaqueño llamado Ciriaco Pacheco Calvo y otro oaxaqueño, Ernesto Carpy Manzano, gran orador, gran figura; ahí fuimos los de limpio corazón, ya sabíamos lo que nos iba a pasar.
Vasconcelos se desterró otra vez y un vasconcelista llegó a la presidencia: Adolfo López Mateos. Aquí en Oaxaca, el jueves 19 de diciembre de 1957 en una gran fiesta en la Plaza de la Danza, López Mateos se olvidó que las juchitecas bailan mujeres con mujeres y pensando que no había hombres dijo: ¿En esta multitud no hay un hombre que baje a bailar un son? El magnavoz dijo: Andrés Henestrosa, Andrés Henestrosa.
Ahí López Mateos me dijo: vas a ir a la Cámara y cuando me despedí de él en Huajuapan de León me volvió a decir: veme pronto en México cuando lo creas conveniente. ¿A donde vas? me preguntó. Le dije: a México. ¿Qué vas hacer allá? Pues qué loco eres, allá vivo. ¿Cuánto tiempo? Permanentemente. Bueno, entonces lo busqué y me dijo: vas a ir a la Cámara -no me dijo de senadores o diputados- y después tu quehacer es en Oaxaca, vas a ser gobernador. Pero esto no pudo ser.
No se pudo porque él, enfermo, había dejado las cosas en segundas manos, en el Chino Romero que no podía ver a Díaz Ordaz, de modo que se nos coló Brena (Adolfo Brena Torres). Pero de eso no tengo nostalgia, porque sólo es derrotado aquel que piensa en una cosa posible; el que piensa en una cosa imposible no es derrotado. De modo que yo no me considero un derrotado político.
Ahora ya no tengo ninguna actividad política porque ante mis propios ojos ya me di de baja. Soy un…un… ¿Cómo se llama ahora a los políticos viejos? Soy un dinosaurio, más activo, más inteligente, más enterado que el mejor de los antidinosaurios. Dinosaurio no solo quiere decir fuerte, también quiere decir feo y en ese caso, en la fila de mis enemigos hay algunos que no son precisamente unos Adonis, ni unos Apolos; ahí también abundan los dinosaurios. Pero ya no tengo actividad política.
Nota de la redacción: Mañana parte V