Fotografía: MILENIO
El puente mantiene su silencio, desde mi niñez levanta su estructura de acero que se estremece de viento y suspiros (hace tiempo por aquí corrió una máquina, sólo queda el orín de los rieles como vieja seña de su paso). El puente sabe que murió mi padre. Como mi bisabuela salgo en la madrugada a respirar hondo el aire fresco que anticipa la luz del día (¿Qué vamos a comer mañana? pregunta la abuela a su sombra y el viento responde: angustias), como mi abuelo no camino bajo la escalera (desde las imágenes del pasado intento realizar una lectura que responda esta pregunta: ¿qué es narrar?). Como mi madre me levanto de la cama con el pie derecho (busco la palabra de la nueva lectura, el nuevo sentido de las cosas que me guíe entre los muros de la casa fueron derrumbados por el sismo). Como mi mujer me persigno al salir de casa (¿qué es la literatura?, pregunto y los escombros responden: un uso específico del lenguaje); como mis vecinos digo ¡Jesús¡ cuando estornudan a mi lado (aire, el aire se detiene ante mi rostro como un encanto, brujería). Salgo apurado de mi casa, voy al velorio de mi madre.
En la calle, cuando resbalas y caes, te incorporas; buscas con la mirada el rostro de la gente que pudo ver tu culo. Vergüenza, hay cierta vergüenza en el uso del viejo lenguaje, casi una congoja que llevan los dedos sobre las letras, dos dedos que avanzan por dentro como si trataran de identificar un ser, una naturaleza interna. ¿Para la nueva sintaxis será necesario que meta seis dedos de mis manos?
¿Hay dignidad en un hombre que emerge entre las piernas de una mujer? ¿Será tan vergonzoso traer a un hombre ya mayor al mundo?
María Sabina supo lo que cantaba, “conozco al juez”, decía. Repite conmigo: Soy la puerta del burdel que se abre y cierra con una clave. Soy el viento que tiene la clave. Soy la boca que repite la clave frente a la puerta cerrada. Soy la puerta oscura del burdel. La mano se acerca al gua para anticipar el futuro; sobre el agua se hicieron los días.
Ella dijo:
___ Necesito una máquina para cortar el cabello.
Entre tantos escombros enredados contra el viento (remolino de polvo, casa del Diablo) la mirada permanece alerta ante desgracia, ¿qué puedo hacer para armar la narración? Hacer resbalar las letras sobre el aire. Son las mismas letras forman las mismas palabras pero el espacio donde ruedan ya no permanece como el mismo sitio, todo cambió con el sismo. ¿Qué puedo nombrar? ¿Qué puedo leer entre estas líneas de la tragedia?
Lo primero será desempolvar la mesa, pasar el trapo húmedo, limpiar la cagada de las moscas y convocar la amistad y la concordia, disponer los mezcales (vasos diminutos de veladora). Desde la fortaleza del mezcal –único sitio del espacio que resiste los temblores y sus réplicas- saldrán las nuevas palabras que ayuden a reconstruir la ruina.
___ No pidas –dijo ella-, a ninguna mujer le interesa un hombre que pide.
Ante el aserto de su comentario atiné a responder, siniestro:
___ Sólo dispara.