En la cola de las tortillas me enredo con la lista de pendientes, la lectura:
1.-Esta es la lista del mandado escrita en la página índice del libro La inteligencia de la perversión (Paidós, Buenos Aires, 1998). Este es un hombre que escribe sobre el índice al regreso del desierto. La escritura nueva pasa la tilde, esquiva la tilde de la ñ y baja al lomo húmedo de la letra o; la escritura desdeña copete, ornamento. Esta es la lista del mandado donde escribo pan integral, mayonesa, jamón, comida para el gato, agua embotellada, jabón para lavar los trastes, pasta para lavar los dientes, entre muchas otras cosas. Todo esto lo escribo en el Prólogo, entre la línea punteada y el número de página del libro de ensayos sobre Gide, Genet, Mishima.
Sale el sol de Todosantos, la fila de las tortillas es infinita:
2.- Los celos pegan ladrillos a destajo, trabajan en obras de la construcción, cumplen el jornal antes que les alcance el mal tiempo y se arrastren los andamios por el muro malhecho; la escritura como la demarcación del territorio maltrecho.
Ella me dijo, “sólo pasa por las tortillas”, mientras hago el mandado me enredo entre imágenes y palabras.
3.- “Tenga cuidado con los cables”, advirtió el hombre ante mi imprudencia al caminar entre los escombros, “buscan los pies”.
La imagen posee una nueva velocidad interpretativa.
El sol crece, se reproduce entre cristales.
A este paso perderé la bicicleta y el mandado, nada avanza entre los escombros, la fila de las tortillas pareciera eterna.
4.- En un tiempo buscamos perder entre las calles de la ciudad el nombre de la afrenta, el crimen. De tantos que llegamos del campo a la ciudad un día nos encontramos en todos los sitios. Ahora buscamos la lejanía de la frontera para perder el nombre que nos recuerda día y hora en que pisamos la vergüenza.
Ella me dijo, “sólo pasa por las tortillas”, pero yo no entiendo el mandado sin la lista de los apuntes, esta escritura que me recuerda las cosas que están por hacer.
5.- En la vieja cantina del Pirata me espera el cristal de una cerveza helada que reflejará mi rostro. Ah, la cerveza entre amigos. Si, la cantina de pescadores como marco referencial de una vida de aventuras justamente al pasar el mediodía. ¿Hay un sentimiento de igualdad entre los hombre bajo la luz del mediodía?
Me armaré de valor y volveré con ella, ella sólo me dirá, “te dije que pasaras por las tortillas”.
6.- Vuelven los gatos a entrar por la puerta, como el sol. Como las moscas, como el aire de la tarde que agita la tela de tu vestido. Hay algo de fragmento, de imagen recortada en la memoria que entra a casa y se instala en el sillón como un invitado. El gato camina entre tus piernas, hay algo eléctrico en sus ojos. El gato caja de alimento junta las patas delanteras sobre tus pies, alza la mirada y contempla el mundo como cuando se recuesta en el marco de la ventana. Entra el sol por la puerta, tú caminas para espantar las moscas; el gato y yo vemos desde la sombra la claridad de la luz que entra por la puerta, que pasa entre tus piernas y el vestido.