Fotografía: LUKAS AVENDAÑO
Edipo, me llamo Edipo, vivo con mi madre, regresé a Juchitán por el temblor. Tengo a mi padre muerto, nunca me llevé bien con el señor, me odiaba porque soy muxe. Regresé a Juchitán para encontrar el relato de mi vida.
I
Tengo casa en Coatzacoalcos, mi madre dice Puerto México. Me fui de mi casa muy pequeño, casi un niño, cuando mi padre una mañana descubrió que me besaba con un compañerito de la escuela. Me dio una golpiza, me dijo que en su familia no había ni un maricón. Me corrió de la casa, yo sabía que mi madre se quedaría sufriendo pero fue más grande el odio y el temor a mi padre.
Me fui con unos paisanos, en Coatza encontré gente buena, una familia de comerciantes, muebleros; al señor Antonio, el dueño, le fue muy bien en los negocios, abrió sucursales; yo estoy encargado de una tienda, me tiene toda la confianza. Antes del temblor no pensaba en Juchitán, yo mismo me asusté mucho la noche del sismo. Pensé en mi madre, a la que nunca más volví a ver. Ahora que regresé a vivir con ella le cuento mi vida, la que ella, por la separación, no pudo vivir conmigo, le cuento de las fiestas, de los paisanos organizados allá, en Coatzacoalcos, del baile y la comida, la ropa, mi madre es anciana pero alegre, le gusta vestir bonito, sus enaguas, los huipiles, las prendas de oro, pintarse de rojo los labios. Con el trabajo pude conseguir una casa, le hablo de mi casa, de su jardín y sus flores, las plantas; de mi colección de estandartes de San Vicente que a veces, cuando me siento triste, pinto.
“Por caridad haz un hijo”, pide mi madre. ¿Cómo lo voy hacer? Me fui de aquí muy chico, mi madre no supo los motivos. Para regresar a verla el primer problema que enfrenté fueron mis vestidos, los extraño tanto. Pero aquí cómo me voy a presentar con mi madre como mujer, ella ya es mayor, no le vaya a dar un enojo. Temo por su salud. En las tardes cuelgo la hamaca en la calle, ella en la hamaca y yo en el catre, platicamos. Aquí soy Edy, el hijo que regresó para cuidar a su madre. Con la emergencia toda la gente anda en sus asuntos, en la política, el crimen. Escuchamos las noticias en la radio. Las vecinas muy poco se acercan a ver a mi madre. Ella, mi madre, sólo extraña a su marido, habla muy bien de él, de cómo la trataba, de todos los gustos que le cumplía. De su fuerza ara trabajar el campo. De las fiestas, de cómo bailaban, me cuenta todo esto y yo me imagino bailando con un hombre enamorado de mí.
Yo quisiera contar a mi madre que también deseo un compañero como mi padre, un marido valiente que me defienda. ¿Pero cómo se lo voy a decir? A ella ya le falla la vista, está por perder un ojo. La diabetes la tiene mala. Cuando agarré su mano y dije mi nombre se iluminó su cara, pero no pudo reconocerme. Sé que pronto morirá y yo regresaré a mi casa. Creo que esto es lo más grande que puedo hacer por mi vida y la de ella, representar otra historia. Lo hago por caridad, por amor a la anciana. Con el temblor adquirí otra vida, una vida falsa. En Coatzacoalcos soy yo, Adela. Tengo casa, tengo empleados, gente a mi mando; amantes, aquí soy Ady, el hijo de Na’Pánfila, el niño que corrió su padre.
II
Con el terremoto los sobrevivientes llevamos una vida falsa. Los cobardes, los rateros, los valientes; los políticos. Todos somos solidarios, en el fondo nadie quiere a nadie y todos esperan al que se largue primero para quedarse con sus cosas, el terreno. Aquí todos somos valientes pero ahora también somos cobardes. Casa no hay, pero la gente sabe que la tierra vale. Somos buitres. Los políticos están como tiburones, hambrientos. Más con la desgracia. Saben que el valor de la tierra se elevará.
Por eso me quedé con mi madre, por eso ahora soy hombre, para cuidarla en su enferma vejez. Soy un travestido al revés. Nunca supe ser hombre. Yo doy la cara por ella, con valor, con hombría voy a la junta con los vecinos, recibo la poca despensa del ejército, me inscribí en la lista de damnificados. Por ella, para que ella aunque ya con su ceguera sepa que hay quien pelee por lo que pertenece a la familia; aunque en las noches me ría porque aquí soy hombre y allá, en mi casa, soy Adela.