Durante mucho tiempo se discutió
si un caballo al galope queda
algún instante con las cuatro
patas levantadas del suelo.
W. GREY WALTER / “El cerebro viviente”
Para César Alejandro
Con el agua hasta la rodilla se incorporó en la bañera, alcanzó a pisar la toalla extendida en el suelo, dejó el libro en el mueble y destapó el aplicador de plástico azul, vertió el último tanto de vinagre de manzana y enroscó la tapa del dispositivo. Con los pies ya secos fue al wáter y meó largo, había sol, la luz entraba por la persiana y en ese momento anticipó el aguacero que vendría. Desnudo atravesó el cuarto de baño, las paredes forradas de losetas blancas reproducían su imagen. Antonio Ramírez asomó por el recuadro de la ventana y comprobó que el cielo estaba limpio de nubes pero él anticipó que llovería por la tarde. Con el corazón henchido de gusto volvió a meterse en la tina mientras daban en la radio Morenita mía.
Le contaron a Onetti la historia de un padrote recién entrado a viejo que visitaba a su enamorada, joven empobrecida y loca que conoció en tiempos mejores y aún habitaba la finca que se caía a pedazos junto al río que bajaba lento como una entraña entre la lluvia inmóvil; una noche el enamorado se acostó con la sirvienta que cuidaba a la loca “mientras reconocía la hermandad de la carne y la sencillez ansiosa de la mujer”, abandonó la habitación de madrugada y durmió en el muelle, a cambio de su reloj unos pescadores lo llevaron a El Rosario, antes de abordar lo golpearon, otros dicen que los hombres se negaron a aceptar el reloj pero le hicieron el viaje y antes lo cosieron a puños; el enamorado, de quien nadie supo su nombre, murió en el hospital de pulmonía una semana después, algunos aseguran que él quiso o se buscó ésa muerte, entre sus ropas encontraron una pistola 38, una Smith. Eso era todo o casi todo, el final lo marca doble.
La novela que Antonio leyó en la tina una tarde de mala entraña necesitó para el autor tiempo y hambre, soledad y pobreza, mucho rencor para atreverse a juntar las palabras que son las mismas que nombran toda la miseria y la angustia pero que reunidas pueden contar de otra forma una historia que detenga la guerra o anticipe el clima desde el encierro. Hambre y miedo, el terror ante el silencio hacen al hombre juntar bajo la voluntad del fracaso otro sentido, otro orden sobre esas cosas necesarias para hacer bajar las palabras que al ser nombradas puedan detener la guerra, anticipar el clima en una tarde de desamor y olvidos.