Para Renato Galicia
¿Qué es escribir mal?
Un hombre en una alejada provincia dedica treinta años de su vida a escribir libros donde no aparecen rastros de influencias ni presencias de soluciones ocupadas por otros autores literarios. Hay síntesis, alegorías, esquemas, reducciones, narraciones y poemas. Pero no hay influencias claras. Alguien juzga su trabajo y dice, “escribe mal”. Le niegan todo mérito, lo excluyen de las antologías locales, “lo que él escribe no es literatura”, sentencian. Pasados los treinta años de práctica recurrente, podría decirse que extraviada, el hombre publica su escritura con un nuevo estilo: el de las formas populares de la literatura. Los posibles lectores coinciden, “ahora escribe bien”.
¿Qué es escribir bien?
En el caso del hombre que escribe y observa multiplicarse su nombre sobre el lomo de los libros nunca pretendió escribir mal ni bien. Sólo estuvo convencido de que escribir era una forma de hacer su vida. Ese hombre entendió un día que para lograrlo, escribir, hacer su vida, requería que la gente lo dejara en paz porque escribir en la lejana provincia era una actividad demasiado expuesta a la consideración de los extraños. Para lograr la paz necesaria, consideró borrar todas las huellas en su trabajo. Esconderse en el supuesto fracaso para que la gente por fin lo dejara en paz. En la famosa película El Padrino, de Coppola, en su primera entrega, el señor Corleone dice a su pequeño hijo luego de que éste mostrara una participación arrebatada durante la mesa de negociación con un mafioso rival:
___ ¿Qué te pasa? –pregunta y sentencia el padrino-, nunca permitas que fuera de la familia la gente sepa lo que piensas.
La gente de los grupos cerrados, el crimen organizado o los escritores de una generación lo son, mantiene la cosa pública como el riesgo máximo de su actividad. Por eso tratan de esconder sus pasos. Ricardo Piglia comentaba sobre el cuento, las características que debe manejar el autor de un buen cuento. Narraba la anécdota de Faulkner, escritor norteamericano de su preferencia desde los tiempos de su juventud:
___ Escribir cuentos será como como el participar en un juego de cartas, miente con la verdad.
Toda literatura guarda, para mantener interés y preferencia, permanencia en el gusto de los lectores, una historia oculta. Quien escribe básicamente oculta, esconde al público lector el lugar de donde viene. O lo muestra, así se esconde y al esconder el origen de la forma que utiliza logra la sorpresa, lo novedoso en su escritura. Así Cervantes, Borges, Beckett, Joyce. Quien escribe lo podrá hacer motivado por cualquier elemento natural, la lluvia, el fuego, la tierra, el agua, o por la razón que intervenga en su existencia al momento de hacer la escritura, las ideas no forman carácter humano, ya estaban desde un tiempo anterior a la especie. Quien escribe y publica y hace alarde de cierto canon o modo de literatura logra una exquisita forma de difusión. Periodismo.
“¿Quieres que lo cuente otra vez”?
Un joven crítico de letras mexicano, Rafael Lemus, hizo y publicó un ejercicio, Informe, donde mentía con la verdad, escribió historias singulares, ocho. Ya al final del libro, en la última página, revelaba el origen de los escritos publicados, las influencias, el sitio de donde había tomado la solución: Borges, Kafka, Beckett, Juan Vicente Melo, Efrén Hernández. De los ocho relatos ofrece el nombre de cinco autores que influyeron su trabajo para que el lector, en la desajustada suma, hiciera su propio ejercicio de agregar los tres autores restantes. Borra, intenta borrar, sus pasos. O trata de que sus pensamientos, sus influencias, sólo sean conocidas por la “familia”.