Después de que el movimiento estudiantil del 68 dejó la certeza de que el sistema político priísta debía transitar hacia un régimen democrático de instituciones, la élite del poder –partido dominante y oposición– ha tenido cuando menos tres fracasos:
1.- En 1978 se legalizó el Partido Comunista Mexicano y su ingreso al sistema de partidos rompió el dominio absolutista del PRI en el congreso.
2.- En el 2000 México dio el paso hacia la alternancia partidista en la presidencia con la promesa foxista de “cambio”.
3.- En el 2010 el PAN y el PRD se aliaron en tres gobiernos estatales que abrieron la expectativa de coaliciones opositoras.
La consolidación de la oposición anti PRI, paradójicamente, no derivó en la transformación del régimen priísta, sino paradójicamente en su reforzamiento:
1.- El PCM se disolvió en 1989 y le cedió su registro a los priístas de la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas para fundar el PRD como un PRI cardenista.
2.- Fox había prometido “sacar a patadas al PRI de Los Pinos”, pero terminó cogobernando con el PRI en el congreso y en Los Pinos, además de meter el modelo de desarrollo priísta en el gobierno panista.
3.- Los tres gobiernos estatales aliancistas del 2010 le ganaron al PRI las elecciones con candidatos expriístas y gobernaron como priístas. No hubo una propuesta alternativa y sí saldo de corrupción estilo PRI.
Desde 1988 en que el PRI perdió la mayoría absoluta en el poder presidencial, el sistema político priista tuvo varias oportunidades para transitar hacia un sistema democrático de instituciones, pero la oposición falló porque llegó al poder para gobernar como priísta. La alianza-frente-coalición que buscan PAN y PRD para el 2018 padece las mismas limitaciones: no hay un diagnóstico del agotamiento terminal del sistema/régimen/Estado priísta y por tanto tampoco existe una propuesta alternativa. La alternancia es el relevo de élite en el mismo poder, en tanto que la alternativa seria la propuesta de una estructura nueva para la gobernación de la república.
El PAN, el PRD y Morena no representan una alternativa al sistema político, al modelo de desarrollo y a la Constitución priistas. Peor aún, PRD y PAN colaboraron con el PRI del presidente Peña Nieto en el diseño del Pacto por México y en la aprobación de las reformas estructurales de modernización del proyecto neoliberal salinista de desarrollo. Parece olvidarse que Ricardo Anaya fue el presidente de la Cámara de Diputados que dio el cerrojazo a las reformas que hoy el PAN critica. Y Morena está cachando a la élite del poder que ya no quiere seguir con el PRI.
De ahí la certeza de que la alianza-frente-coalición PAN-PRD deba ser vista como oportunista en lo electoral y carente de cualquier reforma de sistema/régimen/Estado. Es decir, se trataría de que la oposición gestionara la revalidación de la República Priísta condenando al país a seguir por el mismo camino del PRI como responsable de la crisis económica, social y política.
La oportunidad de la oposición para llegar al poder presidencial se perderá en la ausencia de un modelo de transición de sistema/régimen/Estado priístas a una república de instituciones. El Frente PAN-PRD cambiará élites, pero no modificará la estructura priísta del poder que aparece como responsable de la crisis de gobernación-gobernabilidad-gobernanza y de la crisis social con 80% de mexicanos en marginación y pobreza.
indicadorpolitico.mx
@carlosramirezh