En su novela Rojo y Negro, el escritor francés Stendhal fijó el espacio de la novela social: “las novelas son espejos que pasean por la vía pública, que tan pronto reflejan el purísimo azul del cielo, como el cieno de los lodazales de la calle”. El periodismo por sí mismo juega el mismo papel: es el espejo de la sociedad.
El asesinato del periodista sinaloense Javier Valdez Cárdenas es equidistante del crimen de Manuel Buendía, columnista de Excelsior, en mayo de 1984: los dos fueron asesinados por las revelaciones en su columna de las complicidades del poder político institucional con el crimen organizado. La tarea de estos dos periodistas, como todos los asesinados, agredidos y desaparecidos en los últimos quince años, fue sólo la de poner un espejo delante de la sociedad.
Las agresiones contra periodistas han querido ser intimidaciones al oficio de difundir, revelar y recordarle al poder que hay una sociedad que quiere transparentar la vida pública y que esos recordatorios no gustan a los que funcionan en la oscuridad del poder.
Los asesinatos de periodistas deben revalidar la función del trabajo de comunicación política en los medios de comunicación impresa, electrónica y cibernética. La tarea del periodismo es la de difundir la realidad para contribuir a la formación social del individuo. Cuando los trabajadores de la información son agredidos, entonces hay muchas cosas que no funcionan en el sistema político.
El periodismo político en México ha sido un factor de construcción de la democracia: fue combativo contra la dictadura de Santa Anna, colaboró intensamente con Juárez desde el Congreso para institucionalizar al Estado, sucumbió primero ante Díaz pero luego fue el factor de rebelión social, quedó pasmado en los primeros años del sistema político priísta pero desde 1968 se convirtió en resistencia e impulso democrático, ayudó en los noventa a minar las bases del presidencialismo como la estatua de Lenin y al PRI como el Muro de Berlín del autoritarismo presidencialista y contribuyó de manera decisiva a la alternancia que no fue transición.
La lucha del periodismo contra el crimen organizado ha sido desigual, pero a pesar de ello los medios han sido factores de presión al Estado y a los gobiernos para no olvidar que la seguridad de los ciudadanos es la tarea primordial del Estado, desde que Hobbes definió el contrato social que dio nacimiento al Leviatán. La seguridad ciudadana es la base del desarrollo, señalan las teorías aplicadas en México de la seguridad interior.
Las agresiones contra periodistas no deben llevar a reacciones de fueros especiales. Los periodistas son parte sustancial de la sociedad. Cuando los periodistas exigen garantías para su trabajo, en lo menos que están pensando es en tener escoltas, cascos y chalecos antibalas, sino que buscan que el país mejore las condiciones de seguridad para todos.
La función de la prensa es la del espejo de Stendhal y a los gobernantes le corresponde escoger qué imagen reflejar: el azul del cielo o los lodazales del camino. Lo escribió Stendhal:
“¿Os atreveréis a acusar de inmoral al hombre que lleva el espejo en su canasto? ¡Porque su luna refleja el cieno, os revolvéis contra el espejo! ¡No! A quien debéis acusar es a la calle o al lodazal, y mejor aún, al inspector de limpieza que consiente que se forme el lodazal”.
La responsabilidad de las informaciones críticas está en otra parte.
indicadorpolitico.mx
@carlosramirezh